En un vecindario aparentemente tranquilo, la paz se ha visto interrumpida por la reciente instalación de una alarma antirruido que, paradójicamente, suena tan fuerte que ya nadie puede dormir.
El inventor de esta maravilla, Don Filemón Paniagua, asegura que su sistema “es infalible para espantar a vecinos ruidosos, fiestas clandestinas y hasta pájaros chismosos”. La alarma se activa automáticamente cada vez que detecta niveles sospechosos de silencio prolongado.
“No podemos permitir que la calma se apodere de nuestras calles. ¡Esto es una comunidad viva!”, gritó Don Filemón mientras su bocina sonaba a 120 decibeles.
Los vecinos, visiblemente ojerosos, se han dividido entre quienes exigen su retiro inmediato y quienes han comenzado a usar tapones industriales para los oídos. Una junta vecinal intentó mediar, pero fue cancelada porque nadie podía escucharse entre sí.
Autoridades locales han prometido una solución pacífica: multar a todos por igual, ya que no entienden quién hace más ruido, si la alarma o los gritos de auxilio.
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